Querida María, me cuesta empezar. Sentada en mi despacho, tres décadas después de que nos robasen esta foto, el primer pensamiento que me viene a la mente al mirarla (al mirarte) es: ¿Qué pensarías si pudieras ver en lo que nos hemos convertido? No soportaría decepcionar esa carita ilusionada, mirando con confianza hacia delante.
Pues bien, tratemos de averiguarlo. Recuerdo con total nitidez varias cosas que siempre quisiste: la Granja de Playmobil, tener animales y tener hijos. Tres antes de los treinta, para ser exacta. Al ir creciendo, la lista lo hizo contigo: sumamos viajar, aprender idiomas, una casa con jardín y «trabajar para vivir, no vivir para trabajar». Te recuerdo ya adolescente discutiendo acaloradamente con papá sobre esto. Estarías a punto de terminar el bachillerato y debías tomar tus primeras decisiones de futuro. Tenías tan claro que el trabajo solo sería un medio para pagar las facturas. Por encima de todo, querías tener tiempo para hacer lo que te gustaba: tiempo para vivir. Eras muy ambiciosa.
Abordemos en primer lugar lo evidente: no, no tenemos hijos. No me mires así, lo intentamos, pero no pudo ser. A mí también me sorprendió durante un tiempo, pero reconozco que tiene sus ventajas: seguimos teniendo las tetas en su sitio y dormimos del tirón toda la noche. Aunque eso de que lo de dormir bien sea porque no tenemos hijos tampoco está tan claro a nuestra edad; te sorprendería cómo andan muchas cabezas a los cuarenta.
Bromas aparte, por suerte, la nuestra no está nada mal. Y hemos tachado muchos otros ítems de la lista: tuvimos dos gatos y ahora tenemos tres perros (lo sé, es demasiado bueno), vivimos en una casa muy bonita con una azotea grande que convalidaremos por el jardín, junto a un río, cerca del bosque y de Granada (y tú siempre quisiste vivir en la ciudad donde papá y mamá se enamoraron). Y si bien nunca pensaste que fuese posible convertir nuestra pasión en nuestro trabajo (motivo por el que descartamos estudiar Bellas Artes) ahora trabajamos en casa traduciendo, que es lo que más se parece (como la protagonista de esa novela que tanto te gustó en el instituto, solo que sin la precariedad, que en la vida real no tiene nada de romántico). Además, nos deja bastante tiempo para nuestros hobbies y si nos ponemos las pilas todavía tenemos tiempo de hacernos novelistas. Hemos viajado mucho, incluso hemos vivido temporadas cortas en el extranjero, y tenemos una furgoneta camperizada para llevarnos a los perros sin limitaciones. Y no nos hemos casado (nunca fue una prioridad para ti), pero tenemos un novio músico. A veces hasta cantamos juntos en conciertos de verdad. Eso último sí que no te lo esperabas, ¿eh?
No voy a mentirte: nos ha costado muchos berrinches llegar hasta aquí. Y aunque lo hice lo mejor que pude, hubo muchos momentos en los que no te supe cuidar. Supongo que a veces me olvido de que te quiero; tengo cierta tendencia a darte de lado y centrarme en los demás. Lo siento de veras. Te ahorraré los detalles; lo importante es que he aprendido y lo estoy haciendo mejor. Solo déjame pedirte ayuda con una cosa: asegúrate de que no se nos apague la ilusión en los ojos por lo que esté por llegar. Y de que nos siga despeinando el viento.
Seguimos. Te quiere,
María
Esa niña estará orgullosa de ti. Seguro.
Vaya precioso repaso te has dado. Aquí muero: "...asegúrate de que no se nos apague la ilusión en los ojos por lo que esté por llegar. Y de que nos siga despeinando el viento..."